Cuando Joe Biden se postuló por vez primera para el Senado de Estados Unidos en 1972, la guerra de Vietnam entraba en su fase final. Por aquel entonces, el candidato demócrata norteamericano, hoy un pato muy cojo, se había licenciado en Derecho, ya estaba casado y vestía americanas deportivas, en lugar de las chaquetas de aire militar y las camisetas teñidas a mano, tipo ‘hippy’, que se estilaban entre la juventud. En sus años mozos, Biden se benefició de cinco prórrogas por estudios que lo libraron del reclutamiento, y en 1968 un examen médico lo eximió de la mili por haber padecido asma durante la adolescencia, aun cuando practicaba deporte sin problema. Digamos que no fue un muchacho radical. Ni participó en las sentadas en los campus ni abrazó el movimiento antibelicista ni entonó las canciones de Joan Báez y Pete Seeger («estábamos metidos hasta la cintura en el fango / y el gran idiota dijo que siguiéramos adelante»). El Vietcong y el ‘agente naranja’ no iban con él; al presidente norteamericano la guerra le parecía un «trágico error», pero mantuvo una postura distante respecto de las protestas contra un conflicto que se cobró la vida de hasta 2 millones de civiles vietnamitas y 58.000 soldados estadounidenses.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Biden, con el barro hasta la cintura
Gaza no es Vietnam en 1968, pero la movilización en las universidades podría costarle la reelección al candidato demócrata. Mientras, se criminalizan la protesta y el disenso
Protesta Pro-Palestina en Washington. /
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