Pasqual Maragall reclamó siempre que los diarios expresaran en un artículo editorial sus preferencias electorales cuando los ciudadanos son llamados a las urnas. Cierta prensa anglosajona lo hizo durante décadas, especialmente en sistemas electorales donde la rotación en el poder entre dos partidos era la dinámica habitual. Esa forma de partidismo es incompatible con la prensa que aspira a ser líder, a convertirse en la referencia de una comunidad y no a ser simplemente una correa de transmisión. Los diarios son de sus lectores y los editores tienen el deber de preservar esa propiedad frente a cualquier tipo de presión, también de los partidos políticos que, en muchas ocasiones, pese a lamentarse cuando son víctimas de la desinformación, también tratan de practicarla si les dejan.