No conozco muchas historias con el torrente épico de la batalla de las Termópilas. La hazaña de trescientos espartanos agrupados en un desfiladero para detener a más de cien mil persas, y que solo pudieron ser derrotados por el chivatazo de un tipo deforme y despechado, no tiene parangón. Si Churchill dijo de los pilotos de la RAF que protegieron los cielos de Inglaterra frente a la aviación nazi, “que nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, no puedo ni imaginar las palabras que emplearía el rey Leónidas para ensalzar el sacrificio de sus compatriotas. Y el suyo propio. No me extraña que, primero Frank Miller con sus cómics y, posteriormente, Zack Snyder con su película rindieran tributo a esta gesta, en la que confluyen el coraje y la cobardía; la lealtad y la traición. O sea, lo mejor y lo peor de la condición humana.
Debate público Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
300
Tal vez deberíamos buscar, igual que los persas en las Termópilas, algún atajo para sorprender a estos irredentos sembradores de cizaña. Porque no son héroes. Son tóxicos
La batalla de las Termópilas estilo cómic
Fotograma de la película 300
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