Hubo un tiempo, en los años 70 y 80, en que los mítines eran todo un espectáculo. Se juntaban varios factores: la novedad del invento, el deseo de vivir una historia compartida, la emoción colectiva y, ¿por qué no?, la posibilidad de ver de cerca a las estrellas del momento. No era necesario ser militante o simpatizante del partido. La gente iba a los mítines como quien asistía a un concierto, más allá de la adscripción ideológica e incluso con la idea -hoy del todo estrambótica- de valorar las propuestas de los candidatos para decidir el voto. Había mítines políticamente intensos, como aquel primero de la democracia, en el Palau Blaugrana, en junio de 1976, que titularon “Guanyem la Llibertat” y que iniciaba el proceso de constitución del PSC-Congrés. Entonces, Maria Aurèlia Capmany, vista la concentración humana y el nivel de condensación de la atmósfera en un ambiente húmedo y cargado, dijo “suem socialisme”, que es una expresión muy gráfica de la época.
Gárgolas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
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