Limón & Vinagre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Fabián Picardo ya no es el llanito solitario

No es fácil el trabajo de ministro principal de Gibraltar. Uno nunca sabe exactamente si es un ministro, un delegado, un colono, un colonizador o un tipo que pasaba por ahí y se ha encontrado con un empleo bien pagado

España permite a Gibraltar "sentarse a la mesa" en negociaciones a cuatro en Bruselas

La UE y el Reino Unido logran "avances significativos" para un futuro acuerdo sobre Gibraltar

El ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo. / REUTERS / TOBY MELVILLE

A Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar, lo sentaron a la mesa por primera vez. Fue en Bruselas, donde el viernes participó con los representantes de España, Reino Unido y Unión Europea en la reunión que debe clarificar en qué situación se encuentra este territorio después del Brexit y, por supuesto, qué pasa con la verja, la verja es la eterna discusión, una verja de quita y pon, que se abre y se cierra dependiendo de los intereses políticos españoles y británicos en cada momento. Pero dejemos la verja de lado y vayamos a lo que importa: Picardo nunca se había reunido con el ministro español de Exteriores, Albares, ya que las relaciones exteriores de Gibraltar corren normalmente a cargo de la metrópoli, Londres. Este 'ascenso' de categoría -en diplomacia los gestos son de suma importancia, nunca casuales-, refrendado por el hecho de que el comunicado final de la reunión haya sido firmado por las cuatro partes, da a Picardo un 'status' prácticamente de estadista. Picardo ha dejado de ser el llanito solitario, el que se quedaba siempre a la puerta de las salas de reuniones porque no era bien recibido en ellas. Su aspecto de actor de comedias norteamericanas, concretamente del amigo del protagonista, un bobalicón de buen corazón y con problemas de sobrepeso y también sexuales, sirvió sin duda para que le abrieran las puertas de la reunión, seguro que contó algún chiste o que le sucedió algún inocente percance -derramar el café, salir del baño con la bragueta abierta- de los que alegran toda velada.