La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Joan Guerrero, en la despedida

¿Artista? Él lo negaba. «Soy un fotógrafo que ha querido transmitir e informar, y punto». Se marcha una mirada limpia. El poeta de la Leica. El pateador de la calle que bulle  

Muere el fotoperiodista Joan Guerrero a los 84 años

Adiós a Joan Guerrero, maestro de fotógrafos

Joan Guerrero, retratado en su casa de Santa Coloma de Gramenet, en abril del 2021 / JULIO CARBÓ

El mar, su mar, era de color gris perla, un matiz suave del blanco y negro, marca de la casa. Una playa larga y curva, como la hoja de una hoz, la playa de Los Lances, en Tarifa, el puerto gaditano donde nació en 1940, el año del hambre —uno de ellos, mejor dicho— en el páramo de la posguerra. Un mar que olía a brea, salitre y algas. Allí, entre las dunas, jugaba con otros chavales al desembarco pirata y a hacer retratos con una cámara pergeñada con una caja de cerillas, a la que recortó el agujerito del encuadre. Hablo de Joan Guerrero Luque, claro, gran referente de la fotografía documental, que acaba de dejarnos en los primeros días de la primavera, un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno. ¿De dónde le vino la vocación desaforada? Contaba que sus padres lo llevaron, a él y a sus cuatro hermanos, a un estudio fotográfico donde les harían el retrato para el libro de familia y la cartilla de racionamiento, y así quedó fascinado por aquel chisme que arrancaba magia a las sombras. El niño quiso fotografiar el viento, que nunca cesa en Tarifa, de levante o de poniente. Es fácil imaginarlo corriendo sin aliento por esa playa de la infancia, como el chico de ‘Los 400 golpes’, de Truffaut, en la escena final, huyendo tal vez pero sobre todo libre, hacia a la prosecución de un sueño.

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Fotografía