Hay pocas sociedades como la literaria a la hora de crear expectativas, construir mitos o elaborar tótems que se van extendiendo de generación en generación. Más allá de las novedades literarias del momento, existen fantasmas que deambulan, año tras año, por el escenario de la literatura catalana. Cuando dejan de ser espíritus que vagan y se convierten en realidades tangibles, entonces, el estallido de euforia de la comunidad es ensordecedor. O eso me parece, aunque deberemos reconocer que el alcance del griterío es reducido. Concentrado en los acólitos, sí, pero al mismo tiempo con una ola expansiva que se hace presente no solo en los ambientes 'connaisseurs', sino en toda la cultura y, de rebote, en una forma de entender el país.