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Nosotros y la esclavitud

Envuelta en su cinismo, la UE ha externalizado el blindaje de sus fronteras a terceros países como Libia, Turquía o Túnez

El ministro del Interior español, Fernando Grande-Marlaska, y la comisaria europea del ramo, Ylva Johansson, este jueves en Nuakchot. / MAAROUF OULDA / EFE

Lo llaman el país del millón de poetas. Quizá es esa piel de arena que cubre buena parte de su territorio. Quizá los magníficos manuscritos que aún guardan sus pequeñas bibliotecas, algunos de más de mil años de antigüedad, escritos sobre pieles de gacela o protegidos con fundas de piel de cabra. Hoy, en los club de la capital, Nuakchot, los jóvenes raperos desafían el orden social, juguetean con el árabe, símbolo de prestigio, y tratan de liberarse. Este último término no es una metáfora. Porque la esclavitud sigue siendo una realidad en Mauritania.