La equidad entre géneros no es un asunto del que haya que hacer gala ni del que se pueda presumir. Es, simplemente, un acto de justicia y de defensa de los derechos de todos los seres humanos sin distinción de ningún tipo, y menos de género. En definitiva, no es ni un mérito ni un reclamo comercial. Y en la mayoría de los casos esa equidad se consigue por la lucha de las propias mujeres en el momento en el que se “empoderan”, es decir, en el que toman conciencia de que tienen el derecho a exigir, no solo a reivindicar, la equidad, la plena igualdad. Es esa lucha anónima, personal que ha permitido avanzar en la igualdad de género y su acumulación en red la que ha permitido una aceleración en las últimas décadas, desgraciadamente para muchas mujeres demasiado tarde.