El desliz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

La hora de la cena

En menos de un mes volveremos al reloj que interesa a la hostelería, que no el más saludable para la población. Yolanda Díaz ha pateado un avispero reabriendo el debate de la racionalización horaria

Los cambios que trae la nueva jornada laboral de 37,5 horas: afectan a tu bolsillo

¿Cambiará España sus irracionales horarios? La ley de usos del tiempo sienta sus bases

Un camarero limpia una mesa en la Plaza Real de Barcelona. / David Zorrakino / Europa Press

He leído que dos de cada tres españoles apoyan la reducción de la jornada laboral a 37 horas que está negociando el Gobierno. Me pregunto qué clase de persona es esa única de cada tres que prefiere currar cuarenta o incluso más. Si se trata de un objetor impenitente, como aquel solitario dentista de cada diez del anuncio que recomendaba masticar chicle con azúcar, un ser adicto al trabajo sin cargas familiares o asuntos propios, o simplemente un empleador que se resiste a aumentar la plantilla. Me interesa mucho todo lo que está envolviendo este debate que afronta con riendas firmes la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, porque tiene que ver con nuestra mermada calidad de vida. Estoy con ella en cada charco que pisa, el último el referido a los horarios de los restaurantes. No le parece razonable que estén abiertos a la una de madrugada, ha dicho la lideresa de Sumar, pensando en los curritos que han de limpiar y reponer cuando los comensales se levantan después de alargar el último chupito. En ningún lugar de Europa te dan de cenar a las once de la noche, «una locura» en su opinión, porque están en la cama. Cuando no falta ni un mes para que nos vuelvan a colocar en el huso que interesa a la hostelería porque somos un país al servicio, en verano se vende más y necesitamos más horas de luz en las terrazas pase lo que pase con nuestro ritmo circadiano, cabe reivindicar de nuevo que se abra con seriedad el melón de la racionalización horaria, pensando en el conjunto de la sociedad. Seguro que tuvo tiempo de sobra para reflexionar sobre ello Yolanda Díaz en la larguísima gala de los Goya, que acabó cerca de las dos de la mañana y la obligaría a una meriendacena temprana. Qué necesidad hay de empezar un sarao a las diez de la noche, se le ocurriría entre bostezo y bostezo, maldiciendo la inamovible y tardía franja de máxima audiencia de la televisión.