Cuentan que a la muerte de Iósif Stalin, el 5 de marzo de 1953, descubrieron en la mesa de su despacho, debajo de un periódico, una carta del líder de Yugoslavia Josip Broz Tito que decía así: «Stalin, deja de enviar asesinos para matarme […]. Si no dejas de mandar sicarios, despacharé uno a Moscú, y no habrá necesidad de enviar otro». Sea la anécdota auténtica o solo a medias, de ella rezuma una verdad inapelable: Stalin carecía de escrúpulos para liquidar a sus enemigos. Los expertos calculan que unas 800.000 personas fueron ejecutadas en el Gran Terror de 1937 y un millón enviadas a los campos de trabajo en el hielo eterno.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Otro paso hacia la barbarie estalinista
El opositor Navalni ha muerto en el Ártico, en el gulag posmoderno: temperaturas gélidas, aislamiento, oscuridad, desatención médica y comida de mierda
Mural en las calles de Roma en homenaje al opositor ruso Alexei Navalni /
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