De manera recurrente a lo largo de la historia, los urbanitas giramos nuestra mirada al mundo rural para reconstruirlo de manera idílica. Sucedió, por ejemplo, con el Modernismo en el penúltimo cambio de siglo. En Catalunya, escritores como Jacint Verdaguer o Narcís Oller, se lanzaron al elogio desmesurado de la vida natural y rural. Santiago Rusiñol fue más lejos y recorrió con sus amigotes la España más profunda donde recopiló una serie de bailes tradicionales casi tribales que luego se hizo reproducir por los obreros de Sitges en las fiestas modernistas. Una especie de culturalismo antropológico que identificaba lo primitivo con lo auténtico frente a la pretendida artificiosidad de la Modernidad. Este fenómeno se ha reproducido ahora en Catalunya con la película 'Alcarràs' a la que todo urbanita bienpensante se refiere para fundamentar sus argumentos para explicar lo que pasa en el campo catalán que este miércoles tomó Barcelona entre aplausos de los espectadores de la película de Carla Simón. Según y como, esos aplausos podrían haber provocado en los agricultores un enfado aún mucho mayor.
NEWSLETTER Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El 15-M de la agricultura catalana
La protesta de agricultores en la Gran Via de Barcelona /
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