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El tabú del trasvase del Ebro

El president de la Generalitat, Pere Aragonès, replicando a la oposición. / Rafa Garrido / Acn

Las sociedades humanas precisan de tabús para cimentar las identidades. El sentido de pertenencia se fundamenta en lo compartido, que incluye lo silenciado. Hablar de algo que está proscrito señala al extraño, al extranjero, al "otro". Catalunya tiene sus propios tabús, algunos se rompieron durante el llamado 'procés' y generaron esa incomodidad que algunos quisieron reconvertir en tensión y en división. Otros siguen ahí. Uno de los más significativos se refiere al trasvase de agua desde la cuenca del Ebro hasta el área de Barcelona. Defenderlo te excluye de cierta idea de la catalanidad. La genealogía de este tabú se hunde en el tiempo: durante décadas el desarrollismo de Barcelona, como el de casi toda Europa, no tuvo la más mínima conciencia de sostenibilidad. El porciolismo trató el sur de Catalunya como un basurero, un patio de atrás en el que colocar lo feo de la prosperidad: centrales nucleares, la industria petroquímica o, ya en tiempos de democracia, los vertederos industriales. Los señores de Barcelona vivían en la ciudad y veraneaban en la Costa Brava con lo que se ahorraban el reverso de su progreso. El sur no existía. Una de las ventajas de la democracia es que pone en valor a los ciudadanos gracias al voto. Y el de los habitantes del Ebro vale lo mismo, o en el sistema electoral catalán casi más, que el de Cornellà. La actual Junts, antigua Convergència, Esquerra, PSC e ICV (ahora Comuns) han jugado siempre con ese agravio en un territorio dado históricamente a las redes clientelares. Aznar hurgóen esta herida esta semana al culpar de la emergencia por sequía actual a Zapatero y su decisión de retirar el Plan Hidrológico Nacional que incluía el trasvase del Ebro a Barcelona. Y en eso tenía razón. Uno de los pagos a su investidura en 2004 (acomo ahora lo es la amnistía o en el Majestic el traspaso de la policía) fue ese después de que Esquerra arrasó en las elecciones generales a costa de lo que ahora es Junts que estuvo dubitativo en apoyar esa propuesta porque la racionalidad de Pujol mandaba entonces y después de fracasar en el intento de preservar el tabú trayendo agua... del Roine.