No hay nada más desagradecido en política que hacer el viaje en sentido contrario del populismo, e ir del extremo al centro, de la radicalización al matiz. Es la travesía que emprendió Esquerra en 2021, cuando en las autonómicas de aquel año refrendó su cambio gradual de posición del frentismo al pactismo. El giro de ERC tuvo la recompensa de poder liderar por los pelos el movimiento independentista pero supuso un alto coste para el partido y para Junqueras, que desde entonces es acusado de ‘botifler’, y toda una retahíla de descalificaciones, a pesar de haber pasado la friolera de 1.314 días en la prisión. Desde que los republicanos moderaron su posición, Junts exacerbó por contraste una pretendida pureza, desde la que siguió prometiendo unilateralismos, pero solo de palabra, y el paso del tiempo fue demostrando que la independencia era ya una arcadia sin fecha posible. De manera extremadamente sigilosa, el partido de Puigdemont empezó a ensanchar la distancia entre las palabras y los hechos, y logró una meritoria victoria de Xavier Trias en las elecciones municipales, eso sí, escondiendo muy calculadamente cualquier mención a la independencia y hasta sus propias siglas.
Otra jugada maestra Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El enredo de Junts
Hay pocos casos de autoboicot comparable al de los exconvergentes, que buscan un punto medio imposible entre la ruptura y el pactismo
El freno de Junts a la amnistía complica al Gobierno la tramitación de los Presupuestos
Junts plantea medidas legales contra Casol y Madaula por las "difamaciones" de sus denuncias por acoso
La portavoz de Junts en el Congreso, Marta Nogueras, durante el debate sobre la Ley Orgánica de la Amnistía. /
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