Cada uno maneja su propio estándar de orden. Hay personas que nunca tienen bastante. Para ellas no es una obsesión puntual, sino imperecedera. Creen que todas las cosas a su alrededor se reservan un lugar adecuado, y se pasan la vida echando de menos que no lo ocupen, en lugar echar de menos, yo qué sé, a Gil de Biedma. No quiero dar la impresión de que me gusta o me importa llevar la razón, pero esa obstinación en instaurar el orden conduce a cierta esclavitud, hacia uno mismo y también hacia el resto, que operará con estándares propios, e incluso con total falta de estándares a veces, fiando algunas cosas al caos, y a que este traiga buena suerte, por ejemplo.
Parece una tontería
Un hipnótico desorden
Aprendí a vivir durante largos períodos liberando apenas un angosto hueco para el ordenador y mis brazos, quizá bajo la idea de que el sitio más seguro para la mosca es el cazamoscas
Mesa desordenada. /
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