'Operación Cataluña' Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Trapero no tiene quien le escriba

Trapero tiene el enorme mérito de ser el único gran cargo policial que ha sido destituido, defenestrado o simplemente perseguido por todos los partidos políticos, algo que habla de su integridad insobornable

Trapero denunciará la "persecución injusta" que sufrió en la 'operación Cataluña

¿Qué se sabe y qué no de la 'operación Cataluña' y de la implicación de Mariano Rajoy?

El mayor de los Mossos d’Esquadra, Josep Lluís Trapero. / EFE

El último capítulo de esta triste novela ocurrió hace muy pocos días, cuando conocimos otra pestilencia de esta fábrica de porquería que fue la ‘Operación Catalunya’: implicar al ‘major’ Trapero en una supuesta trama de tráfico de drogas, por supuesto con pruebas fabricadas y pagado con fondos reservados. La eficaz y rápida actuación de los Mossos en los atentados de La Ramblas lo elevó a categoría de héroe para el independentismo y, en consecuencia, en un atroz enemigo para el PP. El 17-A, sin quererlo él, se convirtió en un símbolo nacional y en un ejemplo, usado políticamente, de que en una Catalunya independiente la policía podría gestionarse de una manera profesional y moderna. Un año antes, Trapero cometió un error infantil, al acudir a una fiesta trampa en Cadaqués, de la que se difundió un vídeo viral que confirmaba que Junts y su entorno querían apropiarse de su prestigio. Pero llegó el 1-O, y Trapero se encontró en un fuego cruzado diabólico entre el Gobierno catalán, que le pedía que los mossos no hicieran nada, y el Gobierno central, que le exigía contundencia. Ante las dudas, Rajoy envió a Catalunya la famosa flota de piolines, que quedaron en evidencia con su brutal y evitable uso de la fuerza, y la opinión pública española, incapaz de censurar al PP ante el ridículo perpetrado, responsabilizó absurdamente del desastre perpetrado al 'major', que fue cesado fulminantemente tras el 155. En el otro bando, quedó claro que Trapero se desmarcaba del unilateralismo (que posteriormente calificó de "barbaridad”) y ya en 2020, cuando declaró ante el juez que él se ofreció para detener a Puigdemont, cayó definitivamente del pedestal del independentismo, que pasó de entronizarlo a ignorarlo. Hasta que en 2020 el conseller Miquel Samper lo restituyó por sorpresa y cuando ya parecía que había recuperado su estatus, Joan Ignasi Elena lo destituyó un año después de su nombramiento con la vaga y poco creíble excusa de rejuvenecer y feminizar la cúpula policial.