La primera vez que vi la momia de Vladímir Ilích Uliánov me llevé una decepción morrocotuda. Impresionaban, sí, el secretismo, las medidas de seguridad y el complejo sistema de refrigeración y líquidos intravenosos para mantener el cadáver en perfecto estado de revista, exhibido dentro de una urna de cristal, contra su voluntad. ¿Aquel hombrecillo era Lenin? ¿En serio? El Gengis Kan proletario, surgido de las profundidades de Asia para conquistar Europa, tenía las manos sobre el pecho, enfundado en un traje gris marengo. Unas manitas extrañas, como de topo, con las que excavó los túneles del azar. Parecía increíble que aquel “funcionario puntual y guardián del desorden”, en palabras de Curzio Malaparte, hubiese podido, con sus pies de niño, darle una vuelta de campana a la historia. A la manera rusa, con uno de esos abruptos estallidos de rebeldía absurda y despiadada.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Proletarios de todos los países, ¿por dónde andáis?
En el centenario de la muerte de Lenin, el fundador de la URSS
Un trabajador lava y limpia una estatua de Vladimir Lenin, en Krasnoyarsk (Rusia). /
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