Hay una Barcelona que cae a trozos. Bueno, caer no cae del todo: los cascotes quedan muchas veces suspendidos en el aire, atrapados en una malla verde colocada estratégicamente bajo el balcón o la cornisa. Los salientes de los edificios son la estructura que a ojos vista, desde la calle, visualiza mejor la ruina y deterioro de las fachadas. Luego está lo que no se ve, que es lo que duele de verdad. Puertas adentro, en el mismo portal de la finca o en las casas, las vigas que hacen de muleta para que las familias que viven allí sigan haciendo su vida con la aluminosis en el cuerpo. Igual que hay listas de espera para prótesis de cadera, en el Besòs siguen abonados a la cola para la normalidad ansiada desde hace demasiado tiempo. Tienen el diagnóstico hace décadas, un tratamiento médico certificado en un plan de rehabilitación municipal, pero esperan, siguen esperando su turno que nunca llega para la obra prometida.
Rehabilitación del Besòs
La Barcelona que se cae a trozos
Cuando la ciudad necesita más que nunca consolidar su perímetro y cohesionar barrios, el Besòs se manifiesta como esa gran patata caliente que se atraganta
Viviendas del Besòs i el Maresme, con los balcones envueltos con redes para evitar desprendimientos. /
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