La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

El asesinato de Carrero Blanco y la 'legitimidad' de ETA

Jordi Évole con Josu Urrutikoetxea en ’No me llame Ternera’ (Netflix). / Netflix

Todos los magnicidios invitan a la especulación conspiranoica. Se lleva la palma el de Kennedy, que todavía da de sí; el de Carrero Blanco, también. Aun así, en los últimos días, las crónicas sobre el 50º aniversario del atentado que acabó con la vida del delfín de Franco, el 20 de diciembre de 1973, desarbolan cualquier atisbo de conjura, sobre todo la presunta implicación de la CIA. Tal posibilidad resulta muy atractiva para las películas: justo la víspera de la voladura —el Dodge Dart oficial se elevó más de 20 metros y saltó por encima del edificio de los jesuitas—, se encontraba en Madrid Henry Kissinger, a quien Nixon había nombrado en agosto secretario de Estado. Pero la idea del complot hace agua: la inteligencia norteamericana ya venía de hacer de las suyas en Chile, en el golpe contra Allende (septiembre), y no parece plausible que pretendiera desestabilizar a un país ‘amigo’.