Afilé el lápiz con el sacapuntas y anoté con caligrafía esmerada: «Para mí vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos, no permitir que nos humillen o nos engañen…». Lo dice un personaje de Carmen Martín Gaite en la novela ‘Caperucita en Manhattan’. Apunté la frase hará cosa de un par de meses, y ahí quedó el asunto, hasta que el domingo del puente leí una noticia bien rara que la sacó de la recámara como un resorte alarmado: resulta que el monte Everest ha batido dos veces en un mismo año el récord de muertes en ascensión.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Prisas y temeridad hasta en la conquista del Everest
La lógica implacable de las máquinas, en el techo del mundo
Un 25% de la población mundial, en riesgo por el derretimiento de los glaciares del Himalaya
La triste historia del sherpa Mohammed Assan: cuando la cima se antepone a la vida
Monte del Everest cerca donde se perdió el contacto con el helicóptero /
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