Yo he dormido en una biblioteca. No al estilo de cómo dormían los que le pedían un techo a Sylvia Beach, la legendaria dueña de la librería Shakespeare and Company de París, que también fue mucho más que una tienda que vendía libros, era lugar de tertulia, de aprendizaje, de reflexión, de vida. La biblioteca donde dormí unos días está en Reino Unido y había sido una mansión cuyo propietario, el político William Ewart Gladstone, legó para ser destinada a albergar una gran biblioteca a finales del siglo XIX. Una parte del edificio se destinó a habitaciones y otra a salas polivalentes y un gran comedor. Quienes decidían alojarse podían disfrutar de la visita a la biblioteca hasta altas horas de la noche cuando estaba cerrada al uso público. Allí te podías perder y también extender la experiencia lectora en el comedor comunitario, o en la gran sala de la chimenea.
Comprensión lectora
Vivir y soñar en las bibliotecas
Las bibliotecas no pueden estar cerradas: los recursos deben comprometerse en que la estructura educativa estimule el hábito lector desde la infancia
Leonard Beard /
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