Psicología Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Suspirar y mirar al horizonte

Una chica respira profundamente en un paisaje natural. / 123RF

Dicen que por la noche cuando nos desvelamos es porque esa persona que somos nosotros y a la que durante el día no prestamos tanta atención como creemos, reclama su tiempo. Lo que quedó pendiente, lo que tememos, lo que nos hirió, lo que nos avergüenza, aflora y quiere ser resuelto. La carga de nuestro espíritu, nuestra alma o nuestra mente, según prefiera cada cual, se funde con la oscuridad del dormitorio. Las preocupaciones se empastan con la almohada en un magma que nos acogota porque no acertamos a descifrar su mensaje. Intentamos suprimir la inquietud, pero la noche opera con sus reglas y nos impide razonar como a la luz del día. Damos vueltas sin saber cómo ni por qué no podemos simplemente dormir. La cascada de pensamientos indeseados reclama el espacio que no le concedimos durante el día. Atareados con nuestros afanes, distraídos por nuestros móviles y pantallas que no dan tregua, encerramos a nuestros fantasmas en un cajón rechazando caminar con ellos cuando el insomnio como mejor se combate es durante el día: a la luz es cuando deberíamos parar y atender a nuestra vida emocional hasta dejarla, como a un niño chico, cuidada y tranquila. Pero ¿cómo se hace eso en este mundo trepidante lleno de estímulos, de oportunidades que se escapan y de amenazas reales o imaginadas?