“No se la juegue, señor Sánchez, esta vez no se la juegue, porque en este hemiciclo ya no están ni Rivera ni Arrimadas”, le dijo con tono chulesco Gabriel Rufián. “Con nosotros no tiente a la suerte, porque no le va a funcionar”, le espetó la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, mirando de reojo a ERC, y subrayando que en el acuerdo suscrito con el PSOE no aparece ni una sola vez la palabra “diálogo” y sí “negociación”. Nadie sabe cuánto durará la legislatura, pero será lo suficientemente larga para que los independentistas exhiban muchas veces la amenaza de dejarlo caer hasta que una nueva pirueta les permita seguir negociando sobre lo innegociable. Sánchez renunció la noche del 23 de julio a jugársela en unas nuevas elecciones, y el PSOE ha pagado la investidura de la amnistía con la pérdida de su credibilidad. Por mucho que el presidente del Gobierno haya intentado parapetarse en el proverbio “hacer de la necesidad en virtud”, la polémica ley carece de ese atributo, pues los de Puigdemont no han renunciado a nada y la medida solo ha logrado crear un conflicto sideral entre españoles y los diversos poderes del Estado. Eso sí, hay que reconocerle una habilidad política extraordinaria e imprevisible. Es uno de los mayores triunfos del cinismo
Habilidad política Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El triunfo del cinismo
Nadie debería cuestionar la legitimidad de Sánchez, aunque su investidura sea fruto de unos pactos humillantes
Pedro Sánchez /
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