Del Sánchez que pretendía pactar con Rivera para hacer viable una gobernabilidad socialdemócrata ponderada por el liberalismo y lanzar a la papelera la tradicional dependencia socialista de nacionalistas e independentistas de todas las periferias al de 2023 solo han transcurrido siete años. Toda una era, políticamente. No es que ahora se haya firmado otro Pacto de San Sebastián, como el que sirvió para derribar a la monarquía, pero lo que hay no es poco. No falta nadie. Como entonces, que por estar también aparecieron exministros de Alfonso XIII. Efectivamente, es la primera vez que la investidura de un candidato socialista ha contado con el apoyo de nacionalistas, independentistas, poscomunistas y regionalistas de todo tipo porque ni Felipe González había tenido siempre el voto favorable de IU ni Zapatero contó en 2004 con el apoyo de CiU. Si añadimos que es inédito que no acabe gobernando el partido más votado, que venimos de unos años donde se visualizaron como nunca las incapacidades del sistema para dar respuesta a retos políticos sin tener que recurrir a la violencia institucional y que la derecha afrontará los nuevos tiempos haciendo bandera del pasado, es muy plausible calificar los acuerdos firmados de trascendentales.
La tribuna Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Republicanos y comuns, mucho trabajo por compartir
A las dos formaciones les corresponde la tarea de superar los titubeos del PSC y de Junts e impedir el retorno a las aguas encharcadas de la sociovergencia
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