Negociaciones tras el 23-J Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Los que, aquí y allá, detestan la amnistía

La política catalana está virando, en realidad, ha virado ya, hacia el realismo y el pragmatismo. La inflexión definitiva, sin vuelta atrás posible, vino de la mano del propio Puigdemont

Ilustración / Leonard Beard

Que el liderazgo de la negociación con el PSOE sobre la amnistía la acapare y capitalice Carles Puigdemont tiene una cosa buena: el silencio. Por una parte, los pragmáticos permanecen callados y expectantes. Por la otra, entre los más combatientes 'octubristas' y los 'borrasistas' de Junts reina también la contención. El ruido, en el bando independentista, lo organizan si acaso personajes tan dispares y peculiares como, por ejemplo, Dolors Feliu, la presidenta de la ANC y su lógica dislocada. O la siempre animosa y contundente Clara Ponsatí. O la pubilla infatigable de Ripoll, Sílvia Orriols. Al trío de señoras hay que añadir algunos personajes sueltos y un ejército incansable de activistas de Twitter y otras redes. Toda esta gente, y algunas otras, rechazan la amnistía con argumentos tan peregrinos como, por ejemplo, que si mañana Catalunya se convirtiera en estado, entonces ya lo tendríamos todo y de golpe, incluida la amnistía. O este otro: la amnistía no la queremos para nada, pues no nos conduce, no nos hace avanzar hacia la independencia. Cierto, aunque olvidan algo evidente hasta para un estudiante perezoso de primero de Bachillerato: la no amnistía tampoco acerca a Catalunya a la independencia, más bien lo contrario.