Le Fumoir Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Paseo de Gracia

Cada uno tiene sus ejes vitales, y Barcelona ha sido uno de los míos, y dentro de ella, el Ensanche ha sido mi casba, la cuadrícula de mi infancia y juventud

El paseo de Gracia. / Elisenda Pons

La vida me ha ido alejando de Barcelona, con quien siempre tuve una relación ambivalente. Nunca nos hemos llegado a querer, pero nos resulta imposible odiarnos. Aunque yo haya salido de ella por avatares de la vida, ella nunca saldrá de mí, pues su impronta es metafísica, como la de un alma máter en la que naces y creces, y que luego te expulsa al mundo. Cada uno tiene sus ejes vitales, y Barcelona ha sido uno de los míos, y dentro de ella, el Ensanche ha sido mi casba, la cuadrícula de mi infancia y juventud. Lo conozco de memoria, aunque ésta se desvanezca con el tiempo y la distancia. El Paseo de Gracia es su Ganges, símbolo y monumento, arteria y canalón. Una perspectiva que une y separa. Como los Campos Elíseos, es una avenida elegante que un día perteneció a los elegantes de esta ciudad, una pasarela burguesa en aquella Rosa de Fuego. Hoy pertenece a los turistas. Es bulevar y estado de ánimo, pues según nos sintamos notables o canallas, lo paseamos hacia arriba o hacia abajo. Es efímero y eterno, pues nadie permanece en él demasiado tiempo ni lo quiere evitar tampoco, pues a nadie le amarga un dulce. Es una bocanada de aire entre dos ahogos en el día.

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