El presente, el presente real, fáctico, es malo, muy malo para Alberto Núñez Feijóo. Incluso de un gris sucio y tristón, y para rematarlo, con no pocos riesgos asomando en el horizonte. Las últimas y largas semanas no han sido tampoco, ni mucho menos, luminosas. Tras quedarse, el PP y Vox, demasiado cortos en las elecciones de julio, Feijóo permaneció atónito, desconcertado, incapaz de comprender cabalmente lo que estaba y le estaba sucediendo. Entonces empezó a dudar, a decir una cosa y luego la contraria, a trastabillarse aquí y allá. A dar palos de ciego. Hasta que irrumpió Aznar y ordenó dejarse de vaivenes y miramientos, e incendiar las calles contra Pedro Sánchez y su pandilla de "comunistas, golpistas y etarras".
Investidura Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Un discurso para luego
Feijóo llegó a decir, sin rubor, que no va a ser presidente porque no quiere. Que si lo deseara, lo sería, pero que él tiene principios
Alberto Núñez Feijóo /
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