Es insensato dramatizar. España no está en 1936 y no hay peligro de "destrucción nacional". Pero sí sufre una creciente crispación que acarrea problemas de gobernabilidad. En 2016 ya hubo que repetir elecciones, y lo mismo pasó en 2019. Y la culpa no fue del independentismo, sino de la fragmentación política y de la incapacidad de los dos grandes partidos para alcanzar mínimos consensos. En el mundo los tiempos son difíciles –guerra de Ucrania, China y la desglobalización, el resurgir de la inflación, la sombra de Trump– y el paraguas europeo no curará todos nuestros problemas.
Nuestro mundo es el mundo Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Un campo de minas
Waterloo cree que si el catalán es reconocido por el Parlamento Europeo –como el Gobierno prometió–, Sánchez habrá ganado credibilidad negociadora
Carles Puigdemont, en el mitin de cierre de campaña de Junts el pasado 21 de julio.
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