Cuando conocí a Almudena Grandes ella era una chica de Madrid que acababa de ganar el premio La Sonrisa Vertical. No alardeaba de nada, ni de ese premio, ni de nada. Se reía en las noches entonces sobresaltadas de Madrid, en los bares y en las tabernas. Su voz era la que más sonaba de todas, como su risa, y se reía sobre todo de sí misma o de la vanidad de los otros, pues ella había nacido para no sobresalir sino para escuchar. Y para ayudar a escuchar, y eso era entonces (y lo es ahora) tan raro en los de su oficio que escucharla referirse a sí misma tendría que ser porque había perdido algo, un libro que quizá llevaba su firma e iba consigo para regalarlo.
Espejo de papel Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Almudena: qué hay en un nombre
Daba gusto encontrársela, en cualquier parte, porque primero te recibían sus ojos, que eran alegres, y luego te recibían sus manos, que abrazaban como Dios
García Montero homenajea a Almudena Grandes en México
El Gobierno pondrá el nombre de Almudena Grandes a la estación del AVE de Atocha
La escritora madrileña Almudena Grandes. /
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