Limón & vinagre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Carlos Alcaraz, ese toro enamorado de la hierba

En esta ocasión no escuché debajo de mi balcón los inefables berridos de “yo soy español, español” que suelen prodigarse tras cualquier victoria española por parte de quienes jamás han ganado nada, igual es que la Junta Electoral los prohibió por coincidir el torneo de Wimbledon con la campaña

Carlos Alcaraz con el trofeo de Wimbledon

Hace semanas que las redes sociales van repletas de españoles orgullosos de Carlos Alcaraz, españoles que no han cogido una raqueta en su vida, qué digo coger una raqueta, que ni siquiera se han acercado a una pista de tenis, y de hacerlo, no sabrían lo que significan tantas rayas pintadas en el suelo. O sea, de gente que nada ha tenido que ver con la carrera del tenista murciano pero que a la vista de su desbordante alegría se diría que eran ellos quienes a inicio del verano estaban dando raquetazos en la pista central de Wimbledon. El nacionalismo debe de ser eso, estar orgulloso de un logro en el que no has tenido nada que ver. Yo, más modesto, me alegro por Alcaraz, pero me habría alegrado igual por Djokovic si hubiera sido él el vencedor de Wimbledon, va a ser que tengo poco de nacionalista. Debo de ser desarraigado, que si para un vegetal sería un problema, para un humano es lo más cómodo, porque permite alegrarse siempre, gane quien gane. Por lo menos en esta ocasión no escuché debajo de mi balcón los inefables berridos de “yo soy español, español” que suelen prodigarse tras cualquier victoria española por parte de quienes jamás han ganado nada, igual es que la Junta Electoral los prohibió por coincidir el torneo de Wimbledon con la campaña (en el corazón del lacismo, donde vivo, el simple hecho de reconocerse español es tomar partido, y además, del malo).