Un nuevo golpe de estado, esta vez en Níger, pone de relieve que si la colonización supuso el mayor ejercicio de supremacismo sobre el continente africano por parte de Europa, la descolonización no ha respondido tampoco al sueño de los movimientos de independencia de acabar con el yugo y avanzar en el desarrollo de sus países y los derechos de las personas. Buena parte de las relaciones de poder se ha mantenido bajo la apariencia de parlamentos, gobiernos y líderes autóctonos, pero conservando el poder económico por parte de empresas occidentales y el margen de decisión en manos de élites formadas a la sombra de sus antiguas metrópolis. Si miramos el mapa, en la primera línea de países, las primaveras incendiaron hace una década todo el arco árabe sin que por ahora hayan arrojado gobiernos mas inclusivos. Lo que ahora está al rojo vivo es la segunda línea, la que va del desierto al corazón del África negra.