Nunca ha dejado de ser la hija de la portera del número 13 de la plaza de Santa Ana de Madrid. La niña que subía cubos de agua por las escaleras para que su madre las fregara. La misma que tenía el inodoro en la cocina y que se despertaba sin regalos de Reyes Magos porque las dadivosas majestades habían vaciado su saco antes de llegar al sótano. También la que entraba por la puerta de las niñas pobres en el colegio de monjas, con su uniforme de niña pobre, y la que tuvo que dejar la escuela a los 12 años, como hacían las niñas pobres. Sí, nunca ha dejado de ser hija de esas circunstancias, porque son las que le hicieron levantar la nariz para no agachar la mirada, las que cincelaron una elegancia que es dignidad y orgullo, las que le han hecho tener hambre de conocimiento de por vida.
Limón & vinagre Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Marisa Paredes, sin miedo a la libertad
Se ha arremangado estos días para luchar contra algo más que un temor. Ya es una realidad
La actriz Marisa Paredes, Goya de Honor 2018, en el Soho House de Barcelona. /
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