Tras la cumbre en Lituania Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos

Ucrania y la OTAN

El G-7 y otros (España) han asegurado a Kiev que le darán ayuda económica y militar todo el tiempo que haga falta, por si Moscú pensaba que íbamos a flaquear

Ilustración de Leonard Beard / Leonard Beard

A Putin solo le han llegado malas noticias de la cumbre de la OTAN reunida esta semana en Vilnius, aunque tampoco es que esperara otra cosa. Hace unos años la OTAN parecía una reliquia inútil heredada de la Guerra Fría que debería haberse desmantelado cuando lo hizo su contraparte, el Pacto de Varsovia. Trump vociferaba contra su inutilidad, amenazaba con abandonarla y clamaba -igual que habían hecho sus predecesores- contra unos europeos gorrones que no participaban adecuadamente en su mantenimiento y en la propia seguridad del Viejo Continente. Lo cierto es que al desaparecer la URSS la OTAN se había quedado sin motivo aparente para justificar su existencia, y fue entonces cuando Emmanuel Macron dijo aquello de que la Alianza estaba “en muerte cerebral” y que había que dotar a Europa de una capacidad de defensa independiente de los EEUU, lo que se llama “autonomía estratégica europea”, construida en torno a la Force de Frappe (fuerza nuclear) francesa, aunque esto último se lo callara convenientemente para no asustar aún más al personal.