Coincido en el ascensor con una vecina que atraviesa el zaguán santiguándose al constatar el calibre de la que está cayendo. Caminamos juntas hasta el primer semáforo. Una chica china cruza la calle, en sentido contrario, con media sandía bajo el brazo, protegiéndose de la chicharrera con un enorme paraguas negro. Días tórridos, en efecto. Se viene encima un puñetazo sahariano, un efecto horno en el que va dorándose el pollo electoral, una vaharada del infierno que podría ocasionar la implosión de las palomitas por voluntad propia. Me refiero a las rosetas de maíz para presenciar, en la platea del sofá, el debate entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el único cara a cara entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición en esta larguísima campaña, que parece venir durando desde que Torcuato Fernández–Miranda juró el cargo de presidente de las Cortes y del Consejo del Reino.
La espiral de la libreta
Cara a cara, el gran wéstern de la campaña
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa.
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