Ha quedado demostrado, un año más tarde, que la intención de los agresores que pinchaban a mujeres en las discotecas lo hacían con la retorcida intención de asustarlas. Ni rastro de drogas o enfermedades de transmisión sexual. Fue mucho peor que esto. Lo que nos inyectaban cuando nos pinchaban era una gran dosis de miedo. Un miedo atroz a salir de fiesta, un miedo atroz a vestirnos sexis y un miedo atroz a andar solas por la calle solo por el hecho de ser hembras. Es una evidencia que los agresores eran hombres y las víctimas mujeres. Algunos ni siquiera usaban jeringuillas, con un palillo de bar podían sembrar el caos y, de paso, algunos medios de ética sospechosa le podían quitar importancia. “Es una chiquillada, una gamberrada o una broma de borrachos”. Pues no. Fue un gran acto machista. Un acto de superioridad y de poder que tenía la voluntad de humillar y de crear terror entre la población femenina. ¿Cómo lo arreglamos entonces? Pues como siempre. Mal. Poniendo el foco en la víctima y no en el agresor. Los puntos violetas me pueden dar mucha seguridad, pero yo no quiero una solución a mi pinchazo, ni a mi ataque.
Violencia machista Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Un año más tarde
La ola de pinchazos a mujeres en las discotecas fue una clara respuesta al avance del movimiento feminista
Alarma por los pinchazos en discoteca /
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