París en junio es casi tan prodigiosa como Madrid en mayo. Es una prolongación de las playas del Desembarco, una costa sobre el Sena, y en ella se respira distinto, pues el cielo gris y nada protector que nos oprime el resto del año se desvanece en una breve tregua de apenas tres semanas, antes de la canícula. La ciudad parece gritar "¡Libertad, al fin!", tras el largo estrangulamiento del invierno, y hace buena la frase de Spengler sobre la civilización y las chicas francesas. En junio a nadie le hace falta un regimiento de húsares. La gente hace la fotosíntesis y cambia de humor. Ellos sacan sus marinières y sus sonrisas del armario, picassos de entretiempo, y ellas visten vestidos ligeros, como de una peli sobre la Ocupación, mientras conducen bicicletas de época, con el aire feliz y chispeante de Romy Schneider antes de conocer la muerte de Michel Piccoli en 'Las cosas de la vida'. Qué bonito es no saber.
Le Fumoir Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
El jardín de los Finzi-Contini
París en junio parece gritar "¡Libertad, al fin!", tras el largo estrangulamiento del invierno, y hace buena la frase de Spengler sobre la civilización y las chicas francesas
Gradas de la pista central del torneo de Roland Garros. /
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