Eduard Muntaner recuerda el experimento que realizó Joan Brossa, con unos amigos suyos, químicos e informáticos, y con la ayuda de un IBM 1130. Corría el año 1977 y la idea consistía en generar, con el ordenador, sextinas, una composición diabólica que Brossa cultivó por su cuenta con creces. La sextina tiene seis estrofas de seis versos y seis palabras/rima que se van repitiendo al final de cada verso, pero ubicadas, cada estrofa, en un lugar diferente. Al final, otros tres versos donde se acumulan las seis palabras/rima. Una operación diabólica, pues, y muy adecuada para que un programa informático apareciera en escena, “inmerso como estaba Brossa en buscar nuevas formas poéticas”. El ordenador (ahora una pieza de museo) generó veinte, a partir de las palabras propuestas por el poeta. Y él escogió una y la publicó, sin tocar ni una coma, ni una palabra/rima.