En 1957, diez años después de inaugurado el estadio Santiago Bernabéu, abrió sus puertas el Camp Nou, con un diseño realmente innovador. Enseguida quedó claro que aquí imperaba otra sensibilidad arquitectónica. Con el paso de los años ambos estadios han ido sufriendo –sí, esa es la pablara correcta–, diversas remodelaciones. El coliseo merengue se fue fortificando poco a poco, hasta parecer un búnquer grandilocuente. El estadio culé fue haciendo apaños más o menos dignos, en 1989 y 1994, cuando la UEFA prohibió las localidades de pie, y se rebajó el terreno. Pero ciertas zonas demostraban decrepitud, nada congruente con el espíritu del Barça y la fama arquitectónica de su ciudad. Por eso en 2007 un Jan Laporta on fire, decidió convocar un concurso de remodelación sustancial, que ganó Norman Foster cubriéndolo de escamas de colores, que quedó en stand by.
Análisis Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Apertura contra caparazón
’Render’ de la reforma del Camp Nou.
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