Una contienda electoral con moderación no sabe a nada. Sin espectáculo, acrobacias, fuegos de artificio y falsas verdades, una campaña electoral queda flácida. Sin estridencias, no se ganan votos. La versión contraria tiene pocos adeptos: parece imposible que la moderación tenga el menor efecto en el mundo loco de la captación del voto. Por eso, ofrecer distintas encarnaciones del centrismo tiene poco futuro. Con el multipartidismo que ha sido la vitamina de toda una generación, hemos vuelto a la dialéctica amigo-enemigo. Los partidos de la nueva política han practicado el desorbitado corporativismo de las inercias políticas.
Desperfectos
El racarraca de la moderación
Es la forma menos mala de mantener la estabilidad institucional, pero de cara al 23 de julio, de momento, se ha ido a la playa
Foto de archivo sin fecha que muestra al expresidente estadounidense Ronald Reagan en su primera reunión con el exlíder soviético Mikhail Gorbachev en Ginebra, Suiza.
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