Lo escribía hace una semana Beatriz Pérez en un reportaje, en estas mismas páginas, sobre el alzhéimer precoz: "Hay, quizás, algo más duro que sufrirlo: ser consciente de la propia enfermedad". Esta tierra de nadie es un acantilado sobre la playa tranquila que yace al fondo. Es el momento de la conciencia inquieta antes de la serenidad amorfa del final. Hablaba Pérez de esos instantes en la vida de alguien que conoce un futuro ineluctable contra el que todavía hay tan pocas armas en el arsenal. Hablaba de ese conocimiento de los procesos irreversibles, de la lenta llegada del vacío, del camino que lleva al reino de la “profunda oscuridad”. Así lo definía Iris Murdoch, en una de sus novelas, antes de ser víctima de la enfermedad: “Tenía la sensación terrible de que si no conseguía atraparlo en ese momento, acabaría desapareciendo para siempre, hundido en la profunda oscuridad”.
Gárgolas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Profunda oscuridad
¿Cómo afrontar una daga como esta sobre el pecho, una sentencia que espera al final del pasillo?
Archivo - Pilar coge la mano de Valentín, su marido, que tiene Alzheimer.
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