Afortunados aquellos que nunca han tenido que vaciar una casa. Decidir con qué se quedan, poco o mucho. Repartir, descartar, renunciar. Buscar quien se lleve esas mil y una menudencias que con los años se acumulan en los cajones. Llenar sacas de basura. Llamar cien veces al servicio de recogida de trastos viejos. Carretear maletas llenas de ropa hasta la puerta de Cáritas. Buscar quien acoja a los libros que tienen algún valor y deshacerse del resto, kilos y kilos de papel imposibles de mover. Preguntarse qué hacer con esas cosas mínimas que han estado allí desde siempre: la caja de los botones, la tortuga de cerámica, las gafas que ya no sirven a nadie…
Recuerdos Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Vaciar una casa
Es un tema muy serio: qué hacemos con lo que somos. Dónde metemos la memoria, qué creemos inútil y qué preferimos sacrificar
Piso vacío.
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