Me quedé solo unos días y el jueves comí espaguetis, el viernes volví a comerlos y el sábado, repetí. No morí, quizá porque ya había pocos y no sobró nada para el domingo. Fue como volver a la universidad, cuando los comía al menos dos veces a la semana. No me asustaba la repetición. El día que me entregaron el título de licenciado en Filosofía le hice una fotocopia, y donde ponía Filosofía escribí con un rotulador rojo «Filosofía y Espaguetis». Las sobras facilitan muchísimo la vida; la allanan. Y ya no estoy hablando de comida. Hay en ellas algo de salvación, de milagro de última hora, de destello inopinado, de no venir a cuento y, sin embargo, solventar un problema. No tienen el dorado de las cosas enteras, o nuevas, ni gozan de la plenitud de lo grande, acabado, redondo. Pero siempre terminan por reivindicarse, con un espíritu de justicia y utilidad que las hace gritar «¡Estamos aquí, miradnos!».
Parece una tontería Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Vivir de las sobras
Y todo junto, como trozos de un vaso roto que se barren con una escoba, formaba el milagroso hogar donde era feliz
PLATO DE PASTA ESPAGUETIS CON TOMATE
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