La condena de Donald Trump por abuso sexual en la persona de la escritora E. Jean Carroll y la detención del congresista republicano George Santos en Long Island, estado de Nueva York, sospechoso de haber cometido un muestrario de delitos que pueden costarle una condena de hasta 20 años de cárcel, surte de material a los estrategas de la división política y la polarización social en grado sumo y, al mismo tiempo, actualiza una vez más el debate sobre la disposición de los ciudadanos a cambiar el sentido de su voto en función de datos objetivos. Así, es perfectamente compatible el convencimiento de que, en una sociedad partida en dos como la de Estados Unidos, es improbable que la condena debilite las posibilidades de Trump de ser el candidato del Partido Republicano en la elección presidencial del próximo año con la impresión de que la carrera política de Santos ha llegado a su fin, encontrado culpable antes de sentencia por falsear su biografía, mentir a la Cámara de Representantes y utilizar dinero recaudado para financiar su campaña para satisfacer gastos personales. La razón de tal diferencia de criterios se debe a lo que Bernard Manin llama democracia de público: Trump es un líder nacional necesario e insustituible para una versión ultraconservadora de Estados Unidos y Santos es, en cambio, un líder local fácilmente reemplazable.
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Líderes ultras insustituibles
El expresidente de EEUU Donald Trump en la CNN. /
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