La noticia de que la actriz Ana Obregón había subrogado la gestación de su nieta, una vez que el padre biológico ya había fallecido, y después la había adoptado, convirtiéndola así legalmente en su hija, tuvo un fuerte impacto mediático en todas partes del mundo hace unas semanas y, de este modo, arrastró a las agitadas aguas de la bioética tanto a los expertos como a la parte de la población que normalmente no piensa en estas cosas. Lo cierto es que se podría escribir un libro entero sobre todos los temas que este caso ha puesto sobre la mesa después de hacernos andar por la cuerda floja de los límites de la reproducción humana. Pero, como siempre ocurre, estamos hablando demasiado tarde, cuando los retos que la ciencia nos plantea ya se han convertido en realidad y no nos ha dado tiempo a tener el debate que debería definir la normativa.
La Tribuna
Deshumanizar la maternidad
La ciencia y las leyes nos permiten trascender a los imperativos biológicos que el físico y la edad nos imponen. Corremos el riesgo de acabar tratando a las personas como mercancía
Ana Obregón, paseando con su hija.
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