Mi infancia son recuerdos de un patio del Ensanche de Barcelona. Vivíamos en un entresuelo de la calle Bruch, con una gran terraza modernista de cuya belleza no fui consciente hasta que tuve algo de uso de razón. Delante del patio, bajando una escalera de hierro de dos brazos, había un jardín lleno de gatos, un rosal de espontánea belleza y un pino que era como un gigantesco árbol de Navidad, y que nunca dejó de crecer. Aventurarse en aquel pequeño oasis urbano era, para el niño que fui, como cazar el león en el 'tall grass' del Serengheti. Al fondo, en el muro que separaba nuestra casa de la Torre de las Aguas, había una estatuilla en yeso de la Virgen esculpida en un nicho, algo desfigurada por el tiempo y alumbrada de noche por dos bombillas vacilantes y votivas. Era una Moreneta calcárea. Un simpático oxímoron.
Le Fumoir Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Un patio del Ensanche
Mi infancia en aquella Barcelona incrustada entre el prodigio cultural de los 70 y la orgía olímpica de los 90 transcurría entre aquel jardín poco secreto y mi colegio en San Gervasio
La Torre de les Aigües de la calle Bruc, en el Eixample. /
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