Los creyentes que profesan lo que un maestro calificaba como la fe del carbonero, es decir, la popular, la que no entiende de teologías, sino que se fundamenta en ritos ancestrales o en prácticas transmitidas por la vía familiar, esos creyentes, confían en las oraciones para que llueva, tanto si es a la Virgen de Montserrat como a Sant Galderic, en Perpinyà. O al Sant Crist Negre de Peralada, que solo sale en procesión el viernes de los Dolores y en ocasiones excepcionales, como la actual, desde hace más de diez siglos, y con un largo currículum a su favor. La esencia de estas demandas, ciertamente irracionales, se concentra en dos factores decisivos. La primera es que se haga una procesión, es decir, que la imagen intervenga de forma explícita en el quehacer del pueblo. La segunda es empírica: otras veces ha pasado que, después del ruego, ha llovido. ¿Por qué debería ahora ser diferente? Algún curioso quizás lo observa como un singular episodio antropológico, que se da en muy diversas culturas y religiones, pero los creyentes viven confiados en la intercesión divina o el milagro vicarial de santos, santas y vírgenes. Si no fuera así, la procesión sería un pasacalle festivo.
Gárgolas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La fe del carbonero
La fe popular, la que no entiende de teologías, confía en las oraciones para que llueva
Procesión de Viernes Santo de la cofradía 15+1 de LHospitalet /
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