Soy el ateo que más reza del mundo, aunque con pocos resultados si he de decirlo todo. Hace poco, durante mi paseo matinal, vi en la calle a una paloma con el ala rota a punto de ser atropellada por un coche que daba marcha atrás para aparcar. Dios mío, dije para mis adentros, si no la atropella, seré bueno el resto del día. Finalmente, la atropelló dejando sobre el asfalto una especie de calcomanía sanguinolenta. No tenía, por lo tanto, ninguna obligación de ser bueno ese martes. Decidí, no obstante, portarme bien. Portarse bien quería decir, en gran medida, no odiar a nadie a lo largo de la jornada. De modo que no odié al rey Juan Carlos por venir a darnos la lata una vez más con el tema de las regatas de Sanxenxo. Con su pan se lo coma, me dije. Pero como soy dado a los pensamientos rumiativos, empecé a darle vueltas a una multa que me puso Hacienda el mes pasado por retrasarme en el pago del IVA y me cabreé. Me cabreé porque el emérito ha hecho cosas más feas y se ha ido de rositas, bien por ser inimputable, como los menores de 14 años, bien porque sus delitos han prescrito, bien porque la justicia ha mirado hacia otro lado.
El trasluz Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Estoy hecho un lío
No sé a quién dirigir mis oraciones, aunque no puedo prescindir de ellas porque estoy seguro de que si lo hago se acabará el mundo
El rey Juan Carlos a bordo del Bribón, en el Real Club Náutico de Sanxenxo. /
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