Lo han contado los periodistas que han asistido a la comparecencia de Jan Laporta para dar explicaciones del caso Negreira. Dos meses después de las primeras informaciones, el presidente dedicó dos horas y seis minutos a defender la honorabilidad del club. Ha sido – hace falta remarcarlo – el Laporta de las mejores épocas, el de las proclamas identitarias, el refulgente Laporta que se arbola en los momentos críticos. El de las frases históricas: "No conseguirán destruirnos". El caballero rampante que proclama el "dignísimo sentimiento barcelonista" y que no está dispuesto, en esta batalla por la dignidad de la institución, a que el club "esté controlado o dirigido por personas más afines, sumisas y serviles". De hecho, poco ha esclarecido. Ha atizado el fuego sagrado del barcelonismo y el de la simbología patriótica. De aquel “círculo virtuoso”, inventado por Ferran Soriano, que daba la vuelta a la tendencia pesimista de la entidad y que estaba delimitado por una circunferencia donde habitaban felizmente agrupados el prestigio deportivo, las ganancias económicas y la proyección de los valores humanitarios, hemos pasado a un baluarte defensivo, un encumbramiento en las esencias, fortificado con torres de defensa contra “el mayor ataque que está recibiendo el Barça”.
Gárgolas Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
Hacer un Laura Borràs
Para el presidente azulgrana, todo lo que haya podido suceder en el caso Negreira es consecuencia de los ataques infligidos por el enemigo de la nación y no por culpa nuestra
Joan Laporta comparece por el caso Negreira /
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