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Agua circular

Vista de la EDAR (estación depuradora de aguas residuales) del Llobregat, en el municipio de El Prat. Incluye un tratamiento terciario o de ultradepuración. / JOAN CORTADELLAS

El mismo día que presentaba una nueva propuesta para intentar un referéndum sobre la independencia, el president de la Generalitat, Pere Aragonès, proclamaba que el primer problema de Catalunya es la sequía. Y pronto lo será de toda España a pesar de despiste general que hay sobre el tema. Los momentos de sequía provocan dos reacciones de naturaleza contradictoria. La primera es a corto plazo y esta vez se ha concentrado en si las restricciones permitirán el llenado de piscinas y en las sanciones a los ayuntamientos díscolos. La segunda es a largo plazo. Y se constata en primer lugar el escaso cumplimiento de los proyectos que se aprobaron en la anterior gran sequía, la del 2008. Pero se aprovecha el momento para que los políticos hagan un poco de caso a los técnicos y reactiven inversiones para mejorar lo que llamamos el ciclo del agua. Em este contexto, además de retomar inversiones abandonadas, el gobierno de Aragonès apuesta por la regeneración del agua en el plan que aprobará en las próximas semanas y que adelanta Guillem Costa. Se trata de una segunda ronda en la depuración de las aguas residuales hasta dejarlas con la calidad suficiente para que vuelvan a los acuíferos o a los ríos y acaben siendo consumidas como agua potable. La idea es tremendamente sugerente porque, a largo plazo, podría convertir la potabilización del agua en el área metropolitana de Barcelona en casi un circuito cerrado en la que sería necesaria una mínima aportación del agua procedente de la lluvia o de las desalinizadoras. No es más que aplicar al llamado ciclo del agua la filosofía de la economía circular que ya se aplica en otras áreas como los metales, el vidrio, los cartonajes o los plásticos. Si se fuera capaz de discriminar el uso final del agua en dos o más circuitos de distribución, el invento aún sería más revolucionario.