La otra mañana, en un club de lectura de la librería Finestres —¿por qué no se anotarán más señores al placer de compartir la experiencia lectora?—, estuvimos conversando sobre la novela ‘Expiación’ (‘Atonement’, 2001), tal vez la obra más redonda del británico Ian McEwan. La narración arranca en el día más caluroso del verano de 1935, en una gran casa de campo en el condado de Surrey, desde uno de cuyos ventanales Briony, una niña de 13 años, observa una extraña escena en la distancia del jardín: su hermana mayor, Cecilia, se mete en ropa interior dentro de una fuente, mientras su enamorado, el hijo de la mujer de la limpieza, la mira impaciente con los brazos en jarras. Enseguida, la joven coge un jarrón de flores, en el que la niña no había reparado, y echa a caminar empapada en dirección a la casa. A partir de ahí, se encadenan una serie de acontecimientos que Briony, la protagonista, con una frondosa imaginación, interpreta a su manera para acomodarlos a una versión que acaba arruinando la vida de los tres. «La verdad se había tornado tan espectral como una invención». A la postre, no habrá expiación posible para su error.
La espiral de la libreta Opinión Basado en interpretaciones y juicios del autor sobre hechos, datos y eventos
La vida como un inmenso malentendido
Para complicar el entendimiento, solo faltaban las limitaciones de WhatsApp
Un usuario utiliza la aplicación de Whatsapp.
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